jueves, 22 de octubre de 2009

La sombra y la música

Debo admitir y por suerte, que el sonido del violín me conmueve, y ese sonido que aumenta en la totalidad de la sinfonía me llena de vida para luego bajar la intensidad de las cuerdas, como si permitiera respirar, como si esa música fuera los pulmones funcionando a la perfección.
Hay cosas que con la letra no podemos hacer llegar al lector, como lo hacen algunos artistas, encerrar el significado de la libertad contagiando al oído, enfermando con el mensaje al espíritu esclavo de aquel que baja la cabeza y cumple la orden ansiosa por otro lado de cambiar su vida. Tal vez por un rato lo lleven a ese estado que liberta a la conciencia, y le hace reflexionar sobre lo que ya no quiere, que lo llena de ansias por sacar la mochila y sacar sus manos de los clavos que lo presionan en la cruz.
La intensidad aumenta hasta al infinito, y ese hombre-oído comienza a llorar, comienza a reconocer que en su vida no pasa nada, se pregunta que hicieron de el, pierde la razón porque ya no entiende, porque sabe que la culpa también es de el, ya no quiere ser un practico-inerte del otro, quiere volver a él, y planifica, proyecta en su ilusión como seria de ahora en mas lo que le queda de vida, lo que queda en la vida. La música se hace cada vez mas oscura, el enojo con el sistema aumenta logra un leve golpe contra la pared de los recuerdos, virtualmente se lastima, virtualmente la sangre brota por la herida. En silencio este hombre-cosa grita por el pánico que le produce su estado, su situación actual, el llanto rompe con las cadenas, la mala fe se destruye ante el nuevo concepto que armó. Entonces empieza a indagar en toda su existencia, hasta llegar a lo autentico que debería haber sido él, como si hubiera encontrado la sustancia que le pertenece, esa base para construir una nueva empresa, la original, no la realizada por-el-otro. Ese canto de las cuerdas le provoca la risa que asesina a la tristeza, y ríe, es lo único que puede hacer, la saliva fluye por los labios, el cuarto gira hasta el mareo, todo es muy rápido ya nada le importa, solo la carcajada le interesa, y se toma con los brazos la panza, sus ojos de la orbita se pierden.
Arrodillado, con las manos en el piso, levanta la cabeza, corta la sonrisa, y grita: ¡BASTA! Lo repite diez veces cuando su sistema nervioso colapsa, entrando en frenesí, todo lo que lo rodea termina siendo destruido, o lanzado por la ventana. Ya ni escucha la música, ya no le importa específicamente nada, pero le importa todo, le importa su vida, su existencia, su libertad y en medio de toda esa cólera espiritual, irracional, impulsiva, guerrera se desprende de todas las telas que posee su cuerpo, quedado completamente desnudo. Espera la eternidad, la mortalidad, espera todo, mientras con el puño golpea la mesa de su pequeño y dejado cuarto, golpea hasta romper sus nudillos, pero no le duele, el éxtasis de sus ser le robo toda cordura.
Ahora se encuentra arrojado en el suelo mirando el techo, fumando un cigarrillo. La puerta se abre, y una sombra aparece, el hombre-ya-no-cosa sino libertad, lo mira con ansias, con rostro que refleja la tranquilidad después de una larga espera. Este ente se le acerca, algo le dice al oído, y este llora de felicidad, cabizbajamente y murmurando hasta lo incomprensible le dice: - gracias. Se dirige hasta la ventana, se posa sobre ella, abre los brazos, y se deja llevar por el viento. La sombra se retira por el mismo lugar de donde vino. Y la música abarca violentamente todo sonido con vida.

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