domingo, 29 de agosto de 2010

Los parásitos.

Sentando en su silla de madera. Se balanceaba. Una lámpara que iluminaba tenuemente tan solo el escritorio donde él se encontraba. La niebla del cigarrillo. La maldición de la soledad. El desasosiego que descansaba en cada fibra corporal evidenciaba el temor a los parásitos, a aquellas fantasías.
Ausencia y presencia, las almas deambulaban, el las supo sentir, las percibía, se confundían con la noche del cuarto y sin embargo los parásitos lo ayudaban a confirmar que lo que sucedía ahí, a pocos metros de él era lo real. No había posibilidad para la duda. O se dejaba devorar cruelmente hasta el estremecimiento, hasta el mismísimo dolor que no deja respirar, el que asfixia, o intentar liberarse de toda sofocación, es decir combatir contra los parásitos. Esos malditos que se habían perpetuado en su propia conciencia, se habían convertido en el señorío de sus actos, de sus pensamientos, de todo lo que era. Controlaban sus deseos, sus emociones. Sus pasiones desde un tiempo a la fecha habían sido atadas a un palo, los instintos habían sido domados, soslayando la voluntad.
De a ratos abría los ojos, contemplaba las páginas escritas vaya a saber cuando dispersas en su escritorio demacrado, atiborrado de cenizas y atestado de lamentos. Libros sin leer, asuntos pendientes no resueltos, ahí estaba el escritorio.

- Hubiese sido mejor colocar el escritorio no frente a la puerta sino en la pared de la derecha, ya que hubiese tenido tiempo, si es que me venían a buscar estos gusanos, que tan solo están para perseguirme, de esconderme tras la puerta y de esa forma poder golpearlos en la cabeza hasta darle muerte. Pero muchas veces, admito, solo los veía apoderarse de mi y dejarlos ir, mientras yo arrodillado suplicaba un poco de aire. -

Sus ultimas palabras habían sido estas, las palabras se habían perdido en el cuarto, las almas que el veía besándose, eran tan solo dos, habían atrapado sus dichos. Estaba todo dicho para él, la locura no era la reina madre, era esclavo de aquellos seres, que claramente lo poseían, ya se habían propuesto acumular, y crecer dentro de nuestro protagonista. Anhelaban la violencia, la disciplina, la obediencia, el debía agachar la cabeza cuando dictaban una palabra, ellos eran los veraces. Estaban respaldados por un mundo psicológico entero, por un pasado. Contaban con la seguridad de que la ipseidad de la verdad, es decir su historia misma era la que acusaba como el único sustento necesario de aquellos parásitos, en efecto el responsable era nuestro sujeto, nuestro héroe. Brilla como la luz de un nuevo amanecer, nadie era culpable, y podían ser los asesinos de la subjetividad de este hombre desgarrado, solitario y taciturno, que se encontraba dibujando garabatos, o pasaba inmediatamente a cortarse las uñas, o simplemente movía los labios.
Hubo un momento donde se levantó, se acercó a un espejo, llevó a su rostro una vela que había sacado de uno de los cajones del escritorio y contempló esa imagen, lo que no veía. De momento, le inspiraba placer ese reflejo, era lo desconocido, como la espalda. Sonreía, lloró de emoción – recuerdo. Cerraba un ojo, abría otro, cerraba este último y abría el primero. Hasta que comenzó a vacilar, era claro, la carne era un muro para todo lo que él buscaba, la carne le impedía abrir camino para abrazar lo que le pertenecía.

– ¿Donde esta, donde esta? se preguntaba

El cuarto empezó a dejar paso a toda la neurosis, el escritorio al fin roto luego de tanta paliza, la silla había sido arrojada contra el espejo. Se llevó un cigarro nuevo a la boca, mientras reposaba en un rincón, de repente nota que un pequeño pedazo de espejo se acercaba a él, lo toma, vuelve a mirarse, tan solo asomaba su ojo izquierdo, y parte de la mejilla. Los parásitos se habían totalizado en la vida. Una de las almas lloraba de la angustia, la otra se le acercó a un oído y le susurró el final. Un nuevo comienzo, una rehabilitación para adaptarse, de que seguramente los parásitos morirían, pero que él nunca tendría salvación, nunca seria lo que fue, sino simplemente una mera adaptación.

domingo, 22 de agosto de 2010

Abre, somos nosotros.

Si nos pinchan, ¿no sangramos?
¿Si nos hacen cosquillas, no reímos?
¿Si nos envenenan, no morimos?
¿Si nos tratan mal, no nos vengaremos?

William Shakespeare - Mercader de Venecia


Existimos, estamos ahí en un mundo, sentimos en suelo, vemos al resto, surgimos en una determinada situación. Nuestros brazos se tuercen para todo tipo de actividad, y nuestras manos contorsionan movimientos sea para estrechar manos con nuestros pares, o para rascarnos la cabeza, para levantar cualquier cosa del suelo. Nuestros dedos toman formas para asemejarse a un gancho, de ellos crecen cierta prolongación que nace dentro de los dedos, ¡qué cosa horrenda! como si fuera el pelo. No obstante lo mismo sucede con los de los pies. Los pies nos mantienen de pie frente a todo tipo de adversidad, ellos también al igual que las piernas (condición necesaria para que ellos tengan su lugar) toman formas, se doblan sin medrosidad alguna y gracias a todo ello de una esquina podemos ir a otra esquina y si a ello le sumamos las manos las cuales están ensambladas a los brazos podemos decir que somos capaces de hacer lo que algunos no se animan a hacer. Hay un cuerpo, hay carne de sobra, hay huesos, piel, de todo ello aparecen por alguna razón fluidos, de nuestros ojos caen lágrimas, de nuestras bocas algo así que se llama saliva, en la boca se ven una lengua, varios dientes, de ella nacen las palabras. Se asoman los labios rojos, finos, gruesos, en nosotros se encuentra gran variedad de partes semejantes. Suceden momentos en los que por algún motivo las palabras, las cuales evidencian un lenguaje es decir una cierta cultura, nos producen en lo mas intimo de nuestro ser la gracia, influenciando a la cara para que sus músculos se deformen y tomen postura configurando a lo que se le llama risa dándole un ser, y toda la cabeza se torna colorada. Hay veces que son de ira, de furia.
Este cuerpo que se mueve, que se extiende y ocupa un espacio determinado, no el que queremos o queramos sino que a veces es el que nos toca y en el nos desenvolvemos, quizás ocasionando problemas, o simplemente buscando deseos. Bajo árboles, o bajo cualquier techo que no es un techo, en cualquier parte vas a ver nuestro cuerpo tendido, o desplazándose.
A veces este cuerpo se lastima, y de él brota la sangre, roja, espesa, como la de todos, y como arte de magia la piel cicatriza y la herida parece desaparecer, aunque sabemos que ahí, en esa parte corpórea hemos sido lastimados. Hay un cuerpo que existe. Sin embargo hay algo que no se conforma con la cosa esa que se extiende y es palpable.
Pero miren que cosa, hay algo en cada uno de nosotros que no lo podemos encontrar, es decir agarrar, o ver, pero que no carece de evidencia por su pasión concreta de manifestarse, es lo que nos hace dar cuenta de nuestras partes, de que las padezcamos. Quiero decir, habíamos dicho que el cuerpo se lastimaba pero somos nosotros el que sentimos ese dolor, o la cara no es la que disfruta de la risa, sino somos nosotros. Hay algo que nos hace ser lo que somos, algo que nos permite afírmanos en la existencia y asumir que existimos, hay algo que nos deja el terreno libre para decir: yo soy, y estoy en una situación-contingente. Aún así, en lo singular es una casualidad, la situación creada es efecto de muchas cosas, de muchos responsables, pero en efecto, podemos decir que existimos, de que somos nosotros y de que estamos artos de tocar la puerta, de que ya no nos conformamos con existir, de que eso es parte del cuerpo que resulto ser mas una propiedad nuestra, de que ahora somos concientes de que queremos vivir, de que queremos vivir porque somos, de que en realidad vivimos porque también pensamos, y porque aunque a muchos les duela o les cueste creer, somos libres.
Nosotros, tantos, muchos, multitudes que se conglomeran bajo el cielo, accionando sobre la tierra, ese es el mundo en el que existimos todos nosotros. Se nos hace necesario decir todos nosotros, porque la diferencia aparece en las situaciones y sea desgracia de la vida hay algunos de nosotros que no nos vemos, e incluso nos odiamos. Nosotros, es decir algunos, no ven personas bajo los árboles, sino que ven acumulación, nos hemos olvidado de que somos dignidad, ven delincuencia, ven droga, ven inseguridad, ven enemigos. Y yo me pregunto ¿Quién es el enemigo?, deberíamos preguntar ¿Por qué se cerraron las puertas? Nosotros los nuevos bárbaros somos ustedes, porque somos todos nosotros.

martes, 17 de agosto de 2010

Justificación

´´ La civilización no ha hecho al hombre más sanguinario,

pero sí más vil, más cobardemente sanguinario.

Tiempo atrás, el hombre se consideraba

con derecho a derramar sangre:

con la conciencia perfectamente tranquila,

suprimía a quien se le antojaba. ``

Fedor Dostoievski.

´´ Los peligros y los males vienen siempre del otro lado,

del que uno no los espera y en esos casos

el miedo no nos sirve para nada``

Juan José Manauta.

A lo largo de la historia universal del hombre y en lo que nos respecta a nosotros, es decir, la historia Argentina se ha caracterizado por buscar una excusa para llevar a cabo las peores formas para el orden de la Patria, o para concentrar el poder en mano de unos pocos. Por la unificación nacional, para la pacificación del pueblo se han encontrado diversos modos que oscilan entre lo terrible y lo cruel como condición no de posibilidad sino necesaria para el derramamiento de sangre y que todavía en el presente esas ideas se prolongan, se extienden del pasado hasta el hoy y esos pensamientos, o racionalizaciones chapotean en sangre aún.

En la continuidad de la historia vemos hombres y mujeres sedientos de sangre, que no se animan a matar, como bien dice el gran escritor (para mi filosofo) Fedor Dostoievski, de sujetos cobardes que exigen al Estado para que la sangre fluya a raudales. A su vez está la muerte, la matanza sanguinaria resulta ser una condición necesaria para lograr un fin, debido a que no se mata por matar ni se hace morir a unas personas simplemente o bajo tormento sin ningún pretexto. Se necesita matar para lograr un objetivo puesto como una causa superior a comparación de las masacres y se pueden lograr las masacres por a una justificación, así, queda de por si ella misma como algo comprensible. En efecto, no ocurrieron por una plena contingencia los horrores que el mundo y la historia misma se ocupa muy bien de mostrarnos. El genocidio nazi, los campos de concentración de toda la Alemania Nazi, de la misma manera los de la ultima dictadura cavernícola argentina del año ´76. La matanza de los indígenas y por matanza quisiera que se comprendiera bien: entre 30 y 40 millones de indígenas se mataron en todo el continente americano gracias a la mundialización del sistema de producción y acumulación capitalista devenido en una economía-mundo y luego sistema-mundo. Fue necesario ¿Cómo no iba a ser de esa forma? A los judíos no se les podía permitir seguir existiendo, eran demasiado inteligentes para el mercado nacional alemán. Lo mismo ocurrió aquí, a los militantes de todos las organizaciones de de izquierda hasta los mas radicalizados, La Tendencia, Montoneros, La Juventud, el Erp, etc. Ya habían tenido su primavera Camporista, ya habían devorado toda la sociedad civilizada, la negrada peroncha, ya se los había dejado tomar la bastilla (devotazo), pero desde ese momento en adelante se acabó. Se acabó. Los verdugos tenían un plan, y toda aquella chusma, todos los cabecitas no podían estar en la vida política-económica-social del gran pueblo, porque sus ideas eran contrarias a las de ellos, los defensores del País, los reorganizadores. Los zurdos debían morir por la patria, ella lo exigía, ellos se sentían y eran los dueños auténticos de la casa que había sido tomada y el plan consistía en ser liberal por lo tanto tenía que llevarse a cabo, la izquierda no iba a dejar, debían desaparecer. El gran dictador lo reconoció, no se podía decir que se fusilaban porque iban a surgir las preguntas.

En realidad se equivoca el gran escritor-filosofo en pensar que se suprimía a quien a uno se le antojaba. No, es la oposición de antojo. No se puede pensar esa antinomia, porque nos implicaría caer en una trampa, en un error conceptual, nos desvía de lo que fue cierto y lo seguiría siendo porque el pasado no se tuerce el pasado como la historia, pese a muchos, es para siempre. No se pueden aceptar la teoría del cerco ni la `` ´´teoría de los dos demonios`` porque no se puede ser ingenuo, ni cómplice, respectivamente.

Pero para poder lograrlo, es decir para justificar el accionar de la maquina asesina fue y todavía sigue siendo necesario para hombres y mujeres de espíritu tanto de impunidad por la ansia de acumular todo el poder y para los viles cobardes, es menester un pathos. Entendamos por este vocablo aquel derecho sin ser cualquier derecho sino uno que se siente en lo profundo del alma y se torna obligación, por definición: pathos para matar (derecho). Y por otro lado existe un ethos (punto de partida) el cual es la construcción del enemigo, nominarlo como tal. Por ejemplo cuando Domingo F. Sarmiento escribe en Chile el ´´Facundo``, y en realidad la tesis central no es la vida y obra de gran caudillo Quiroga es en verdad civilización o barbarie. Describe a la misma como sanguinaria, terrible: lo salvajes incultos de la pampa que atentan contra el progreso de la razón, que no aceptan la racionalidad o majestuosamente se refiere a Facundo Quiroga y a Juan Manuel de Rosas denunciándolos con que destilaban sangre y crímenes. En ellos dos construye al enemigo de la civilización, de todo aquello que esta en la vereda de enfrente de la culta Europa. No obstante avanza mucho mas allá de aquellas figuras los describe así, de aquella forma exacerbando la crueldad por parte de ellos, porque le es preciso hacerlo notar como una propiedad inherente al bárbaro para mas tarde hacer notar - en el libro - la casualidad que brota de todos los hombres que se crían y se forman como hombres en la naturaleza tales como: la horda de tártaros en oriente o haciendo mención al color rojo que esta clase de hombres utiliza, un ejemplo: la divisa punzo que vestían los federales por obligación de Rosas y esto sucede porque considera estas coincidencias como producto de que estos hombres no se hayan separado de la naturaleza. Y si a esto le agregamos que ser culto en Buenos Aires era ser culto a la europea es evidente que habrá leído a Hegel el opulento Sarmiento. Hegel en la Lógica escribe que ´´La naturaleza es el punto de partida para lo que hay que transformar``, es maravilloso, queda perfectamente aclarado que no solo por la brutalidad del gaucho malo por su condición de ser inculto, por renegar de toda civilización (la europea) sino que por ser también parte de la naturaleza es necesario matarlo, porque es lo contrario al capitalismo, porque atenta contra la Patria, el mismo papel lo protagoniza Mariano Moreno en su Plan de operaciones revolucionarios, en el escribe que es preciso que se derrame sangre en nombre de la patria, a todos aquellos que estén en contra de la causa.

Muchos años luego cuando en plena democracia Camps, el general a cargo de la policía federal de la provincia de Buenos Aires cuyo Gobernador era el general Saint-Jean, el mismo que dijo “Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después (...) a sus simpatizantes, enseguida (...) a aquellos que permanezcan indiferentes y finalmente mataremos a los tímidos”. En la misma línea Camps declaro magníficamente: ´´no matamos personas, matábamos subversivos`` y notablemente El general Jorge Rafael Videla sentencia y con esto queda bien claro el concepto que en este texto se quiere hacer ver: ´´Los ciudadanos no son victimas de la represión. La represión es contra una minoría que no consideramos argentina. ``

No eran humanos, eran salvajes, eran bárbaros sanguinarios, no eran humanos, los indígenas no tenían alma. A lo largo de nuestra historia toda masacre es sustentada bajo los fundamentos de una máxima y los medios para llegar a esa máxima también quedaban garantizados, es decir la manera de llevar a cabo el medio por un fundamento, por una justificación: En efecto, es lo otro, lo que no pertenece, lo que no posee las características de ser humano, todo lo que atenta a la civilización y todo aquello que se aleja de lo culto, incluso de lo cristiano. No hay que ver a la victima como una persona, mejor dicho como algo humano, si se lo ve, al contrario, de esa forma entonces comienzan a aparecer las igualdades. Pero no, no eran argentinos, no eran ciudadanos, eran subversivos, eran bárbaros no eran Incas eran sin alma. Todos ellos en su conjunto era lo que había que suprimir.

Siendo el año 2010, incluso en Democracia, todavía nuestra bendita clase media y clase alta sigue pidiendo al Ejercito, esto son los viles, los sedientos pero aun mas se caracterizan por ser los cobardes. ¿Miedo a quienes? o ¿miedo a que? Hoy son los expulsados, los escupitados: los negros de mierda. Son mierda, nada mas que eso, mierda, por algo uno puede comprender porque se dice ´´hay que matarlos a todos y vas a ver como no joden mas`, porque son mierda que molestan, no son pibes, no son pibas, no son familias, son eso nada. No tienen futuro, no tienen vida, porque la mierda no vive, la mierda esta muerta.

Pero no es odio, muy bien lo explica Sartre en su Reflexión sobre la cuestión judía, cuando habla del antisemita. Se puede volcar todo ese concepto aquí en la argentina con los que están más allá del margen. En realidad ese miedo que se hace odio porque buscan odiar porque son cobardes, porque es un miedo infundado, ya que no hay nada en el exterior que de hecho los haga ser así, son ellos que se niegan aceptar que son responsables y culpables, porque la sociedad entera, toda lo es. Pero se superan, comienzan a odiar, y en el odio construyen al enemigo, y nuevamente la historia se repite. Muy bien Sartre dice: ´´si el judío no existiera el antisemita lo inventaría``, nosotros podemos decir: si el negro de mierda no existiera, el argentino civilizado lo inventaría

Y sin embargo ese miedo es alimentado, potenciado. Es muy clara la formula, si aumento la apariencia del desesperado como siendo él el ocasionante de la inseguridad, claro, si fogoneo la sensación de inseguridad para luego yo presentarme como el que va a solucionar el problema no solo me convierto en el salvador de la city sino que también aumento mi poder y me consolido como tal, de esa manera construyo una nueva fuerza de choque, y me queda vía libre para hacer los cambios constitucionales o contra-vencionales a mi antojo. Tengo que adormecer y anonadar. Construyo una imagen de un nuevo sujeto como lo que se posa contra la civilización y la tranquilidad, le quito toda característica lo haga igual a todo hombre y mujer que sí tiene las posibilidades de desarrollarse y realizarse en la vida. Lo criminalizo, y al criminalizarlo, soy libre con el apoyo de los cobardes, de limpiarlos.

El riesgo de quitarle todo vestigio de humano, de armar una imagen fenoménica que oculta el verdadero problema (la desesperación, la falta de respeto, la carencia en posibilidades, la libertad inútil ya que no pueden ejercerla, el hambre, la marginación, la ignominia aceptada) y tal riesgo implica que aquellas personas corran el riesgo de ser matados, de ser violentados, de que la impunidad vuelva a ser permitida.

Y para que se comprenda mejor el riesgo de secuestrar la condición humana a un individuo, hace poco en una declaración de una victima del genocidio cavernícola asesino de los años ´76 contó que Gustavo Alsina, represor de la ultima dictadura militar les dijo por una ventana mientras estacaban a una mujer: “mirá lo que soy capaz de hacer con todos ustedes”. Peor que a un perro, esto deja a la vista que el ser humano es capaz de ser un monstruo. No se puede permitir la construcción del enemigo basándose en que no son personas. No se puede consensuar con los monstruos, no si se quiere una democracia justa, no se si quiere un poder popular.

miércoles, 11 de agosto de 2010

15 Semanas, Enero del 2010

Árboles que tapan el cielo, la oscuridad de la noche que la envuelve, todo eso sobre un fondo en lo que surge su existencia y su cuerpo brota del mundo como una semilla valiosa. Es notable su belleza. Sus parpados cerrados, su mirada clavada hacia el suelo. Su adorable cabello color negro, suave como las nubes, diseñado hasta el cuello. Una luz que ilumina su perfil derecho permitiendo vislumbrar su diáfana primavera mientras piensa. Viste una campera, la resguarda del frío, tan solo eso y en tan poco. Y sin embargo demasiado fulgor, demasiada pureza y feminidad.
Una foto en gris, un rostro familiar, un ser impregnado en la memoria. El pasado sonríe. Las cosas han cambiado y yo aquí en la espera de la muerte de esta ausencia indeseada, que abate íntimamente en silencio. Desnuda mi pesar al mismo tiempo que desarma toda mi carne y mis emociones se exaltan, se altera la sangre y presiona a la conciencia.
La foto es un cuchillo que arranca de cuajo a las palabras, sacando a flote todo el amor contenido ya que nunca tuve el coraje para aventurarme a esos labios, para trascenderme a esa piel y sobre todo para perder mi libertad en todo su ser. Y aunque resulta extraño siempre intenté estar cerca, aunque algún Dios nos vea que estamos en lejanía, porque el tiempo no me llevo a ningún lugar, mucho menos sirvió para olvidar, porque el amor no es fugacidad ni algo temporal, todo lo contrario se perpetúa en él, se clava en el espíritu y no se contiene. Es cierto, todo es culpa mía, porque callé silencios, contuve voluntades pero ya nada tiene relevancia, ahora la foto desgarra, lacera mi corazón. Y una foto, tan solo una foto despierta tanto, y es que no es una foto, es ella es su ser radiante no valorado por los que tuvieron la oportunidad de saberla mujer. ¡Pero que mezquino y apagado resulte con mis sentimientos! Es su ser y en su meollo y su exterior entrega tranquilidad.
Y las palabras ya no ofrecen nada, ojala ya nada este perdido, porque al contrario de lo que se dijo el pecho se cerró y el alma enfermó, y ahora tan solo me queda extrañar aquel ser. Buscaré alivios, buscare tibiezas me entregaré al anonadamiento. Me perderé en lo que queda anhelando que nadie me encuentre y de esa forma dejar a la sangre libre de secarse. Seré nada.
Caminaré trashumante y cuidando el rigor para ir despacio pronunciando su nombre por rumbos inalterables en busca de antídotos porque este sufrimiento me hace sentir vivo. Me iré sigiloso hablando por lo bajo, marcharé de pie destruyendo toda esencia, renunciando a mi silencio maldito, idiota y feroz. Escupiré los momentos, que por apresurados los frené para no recordar, hacia el río que murmura y delata mi cobardía. Mis engaños, mi mala fe, todo impulso colonizado hicieron a este hombre medroso, idiota y soslayado.
Seré nada, porque nunca me anime a ser algo. Quiero volver a la época en la que la veía. A ver esa sonrisa inolvidable. Y mi libertad ya no es capaz de re-atrapar el pasado. ¿Que puedo decir? Ella será siempre imposible. ¿Qué puedo hacer? Marcharé lejos, quizás podré encontrar algún lugar en donde depositar mi cuerpo y descansar mi vida errante para asesinar a la responsable de mi lamento: mi propia libertad.

miércoles, 4 de agosto de 2010

El Sujeto-inerte y El Escupitado

Hay aspiraciones morbosas que se intentan instalar, y violencia renovada que se manifiesta en ´´silencio y despacio``, algún ilustre hombre hizo uso de estas palabras. Hay un miedo manifiesto instaurado por fuerzas con voluntad poderosa para colonizar a los sujetos. Hay monstruos masivos que infectan al individuo, al sujeto-inerte.

Existe una ciudad oscura, de callejones, de avenidas, de luces opacas, una ciudad fría, cruel, vasta pero intolerante. Una ciudad sin ideas nuevas de gente sin pensamiento autónomo e independiente, de personas que se consideran aptos para opinar sobre aquel escupido que ha copado esos callejones, avenidas, plazas. Hay sujetos-inertes que prejuzgan, que vomitan rabia y en el intento de limpiar la mugre, que solo de ellos puede surgir, evidencian el miedo – que funciona como una enfermedad autoinmune –. Ese miedo que se traduce o se transforma en odio, un miedo que evoluciona y se calma a si mismo por la bronca, por el rechazo, por la discriminación que llevan a cabo. Estas personas se encierran, temen abrirse, debido a que si realizan ese acto de valentía dejarían trascender la responsabilidad, la culpa que todos tenemos de todo y sobre todos.

Sus manos, su silencio, su olvido o indiferencia hicieron de las calles la prueba del sufrimiento humano, de que el infierno esta a la vista, construido por sus actos, por las decisiones alienadas o libres.

Ciudad-infierno repleta de rencor por la modernidad desbocada, su resultado son los hambrientos y los desesperados sin derechos, sin más sistema que el del castigo y la sangre. El gran pueblo habla de guerra, de combatir al escupitado, los mortales exigen muerte, intentan obligar la limpieza necesaria. Es claro el gran pueblo es cobarde, el gran pueblo se muere de miedo, el gran pueblo encontró el destino natural de cada hombre y mujer en la tierra: su muerte. Empero, vive y en su inmenso letargo se sumerge a un abismo, compran vértigo y solamente por gula asquerosa cocinan las verdades a fuego rápido para comerla desagradablemente, para justificarse. No vacilan un instante en intencionarse nuevamente a esas verdades. Esta ciudad teme a lo irreal, y de alguna manera se derrama en la realidad.

Están arrancados de cuajo, están aislados dentro del sistema, han sido reducidos a la minina expresión, son átomos rabiosos. Se escuchan de sus bocas gritos de justicia, y denuncian histéricos todo lo que se encuentra en su camino, cuando en verdad están hablando por lo bajo sobre fustigar a los nuevos bárbaros. Ansiosos se los puede ver por lograr su cometido. Están sumidos en la vorágine, han sido totalizados por ese monstruo adicto al poder. Aceptan la dominación y se entregan al sueño placido, al descanso enfermo, a la abundancia excrementa. Enfrentan al mundo arrodillados, servilmente cumplen con las obligaciones que un hombre debe hacer.

Esta ciudad-infierno que como tal todo aquel que se atrevió y se atreve sin haberlo elegido no solo sufre el calor, sino también el frío, la suciedad del civilizado, la lluvia, la desprotección, los vicios, el escape. Padecen los puños cerrados, los golpes del poder, el rechazo, el esquive del que tiene posibilidades, la vista que rápidamente se desvanece. Experimentan la lastima, escuchan los argumentos sobre rehabilitación o de reformar. Son sabidos y construidos abstractamente como los degenerados, los que han perdido la calidad original que el hombre en-si posee. Se sienten descartados, sin futuro en fin, sin vida. Han sido planeados para justificar el olvido: sin derechos, sin futuro, sin vida, sin todo sustento que los muestre y los haga como hombres y mujeres, así de esta forma ha quedado abierto el camino para las aberraciones, es decir por definición: la apertura y las condiciones necesarias y posibles para la última escupida.