No somos solo cuerpos
miércoles, 2 de enero de 2013
Sobre las personas espirituales
jueves, 21 de junio de 2012
Hasta acá fui, de ahora en mas seré lo que soy
¿Y si todo es mentira? ¿Todo lo que creía es cierto?
¿A caso se piensa en el hombre, bajo la lupa de una moral que lo engaña? ¿Si
tan solo se busca hacer el bien, haciendo daño, pero con una tranquilidad que
le grita de lejos que obró bien? ¿Cómo continuar, si estamos escindidos en la
vida? ¿Cuando sos de verdad, y cuando sos una falsedad? ¿En que plano de la
vida? ¿No deberías mantener una misma integridad o ser en cualquier plano, o
proyecto el mismo? ¿O tan solo danzamos en distintas obras de teatro, divina
comedia?
Tengo que irme a un más acá, a una lejanía que
abandonamos como humanidad para abrazar el culto de una moral maloliente, es
decir un culto mortal, decadente. Escalaré una montaña, tan alta como mi
destino, y desde la cima recuperaré mi sonrisa. Bailaré bebiendo aire. Empezaré
a ser lo que soy. Agotaré todo el desprecio, y liberaré a mi nausea, para
saborear a mi temible demonio, para perderme, y así renacer nuevamente.
Si toda vida se basa en la apariencia, en el arte,
en el engaño, en la óptica, en la necesidad de lo perspectivístico y del error,
entonces no soy responsable, absolutamente, de nada. No me espera el sendero
que me lleva a la verdad, solamente aguarda en silencio mi verdad. Cuándo uno
deja de creer en el hombre debe perecer, o ser superior. Incrementar su
fuerza, obedecer a su voluntad.
El velo de Maya debe caer. Sándaka, el pobre
ignorante, tenía razón. Vivir en los dominios de la ilusión, es vivir
muerto. Ahora hay que crecer, aislado del mundo para curar la herida mortal que
tengo. Pero admito, aquel puñal que desenvainaron significo la luz, la
clarividencia. Fue mirar directamente a los ojos de Medusa. Una perdición, un
ocaso. Pero vuelve a amanecer, ahí, en mi morada espera el sol para reconstruir
mis cenizas. Haré sombras con mis alas. Ya nadie me recordará. No me estremece
el futuro odio, me estremece está cultura, las palabras, la cobardía. El
perdón no es la solución, ni el remedio. No me interesa porque no es de mi
incumbencia hacer sentir bien o sacar una sonrisa a la humanidad.
Muchos años,
demasiado tiempo creyendo en el hombre. ¿Tiempo perdido o aprendizaje a
martillazos? Llegó el momento lícito para mi dureza, de mi honestidad, de mi
libertad incondicional. Tiempo de nuevas verdades. Los ídolos viejos caerán, y porque
ideales ya no sirven.
Al igual que mi maestro, pregunto: "¿qué
derecho tengo yo a confundirme con aquellos a quienes hoy se presta atención?,
solamente me pertenece el pasado mañana. Ciertos hombres nacen póstumos".
Poco importa ser condenado. Que las consecuencias desgarren mi cuerpo, no le
temo al dolor, lo miro bien de cerca.
Nicolás
Zapata.
viernes, 4 de noviembre de 2011
Theogonía
Existencia, pura existencia. En el momento inaugural de esta madrugada algo que se atreve a asomarse hace bramar la tranquilidad de los cielos para que surja el crepúsculo de la piel, de la plenitud. El tiempo se detiene y deja lugar a la máxima obra de Arte: un cuerpo. Esta ahí, recostado, tenso, frágil, mansamente exquisito. El escritor al fin puede saborear lo que pocos se atrevieron a experimentar. Él, como los griegos contempla al mundo que se le aparece, mastica suavemente el placer de la existencia de su Musa. Nada importa, los colores de esta realidad estructurada pierden poder, ha nacido el momento de que la vida sea deseada, por todo su esplendor comienza, ella, a ser digna de enaltecimiento.
La musa dionisíaca ha caído al mundo, y en cada movimiento su cuerpo se modifica, levanta una copa y bebe el néctar que baña su boca. De repente se detiene, respira, y al hablar las palabras se posan en sus labios, el aire se desliza sutilmente para desencadenarse en los oídos del escritor. Sonríe y el silencio se quiebra. Yace recostada, las sabanas le rozan las piernas, pero los objetos no sienten, es su cuerpo el que se estremece.
El escritor y su Musa dionisíaca están empastados, se destruyen todos los símbolos y todos los significados, el mundo a desaparecido, tan solo vive una voluntad. La voluntad de perderse, de embriagarse, de librarse de toda moral y de toda esencia. Por primera vez ella le enseña a él lo que es ser inmoral en la experiencia de estar más allá del bien y del mal. Entonces, las ideas comienzan a desangrarse para que surja un campo fértil de nuevas formas, para que del cuerpo broten nuevos frutos, para que se desenvuelva una realidad incierta. En consecuencia, todo es acto por una virtuosa creación producida a martillazos por la imaginación. Ellos dos se engendran, se hacen a si mismos y finalmente se convierten en Dioses.
Sucede que todas las posibilidades trastocan sus destinos, ahora solo existe el peligro de vivir sin justificación. La peligrosa relación de la lucha de fuerzas. Se exige el placer. Florecen las pasiones porque aparece el plexo de las miradas. Se acabó, ya nada debe ser ocultado, cada detalle de la existencia se deja ver. Una aventura de las miradas a la espera de una metamorfosis feroz. La única condición es desplegar del cuerpo a los instintos, permitir la explosión de la pulsión sexual. Se permite el olvido, hay que olvidar. El fin último: cruzar el abismo para alcanzar al animal que se oculta, el mismo que desea y que tiene hambre, que se eyecta a cada oportunidad que ofrece el deleite de existir.
El cuerpo de La Diosa Dionisíaca ha perdido el miedo a la belleza, ella se levanta por encima de toda la humanidad para seducir, y en su seducción corre por encima del universo y se burla de todos los Dioses pudorosos. A diferencia de los últimos, ella existe. Existe tan lenta, tan dulce. No hay sufrimiento, ni felicidad. Mira al escritor para empequeñecerlo y lo obliga a la tentación. Su espalda, sus piernas, el pelo sobre su cuerpo, toda su complexión es hermosa. La inspiración del cuerpo de una Diosa es el descubrimiento del escritor, la libertad del cuerpo de su Diosa lo obliga sin más remedio a entregarse al desenfreno, a la locura. Él se convierte en el instrumento de las posibilidades de su Musa, quiere entregarse a la miel que su cuerpo ofrece. Sospecha que sus pensamientos lo arrastran al ocaso. Desea mirarla, quiere morir cuando esto se acabe.
La Diosa Dionisiaca se acaricia, disfruta existir, no quiere develar sus pensamientos, anhela ser su objeto, y sin embargo no se detiene en su creación. Es lo uno, es la belleza suprema, es la historia completa del cuerpo. Es hermosa, es la calma del dolor del mundo. Es la certeza de que las palabras no solo están de más, sino que mienten. Es un grito para que todos los individuos alguna vez se callen.
Ella, tan solo ella es la calma del dolor del mundo.
A vos, únicamente a vos, mi musa Dionisíaca.
Nicolás Zapata
viernes, 21 de octubre de 2011
Poema de Ayer
Un sueño. La noche quejumbrosa. Un grito. Una espera sorda.
El fastidio y el dolor de los que posponen deseos.
La muerte y la culpa de morir. Las creencias.
El agobio producido por los que nos toman por el cuello
Las manos que no nos quieren soltar. Las obsesiones.
La ficción que somos y las miradas inevitables.
Miradas que nos convierten en estatuas, que nos modelan.
La subjetividad.
Una lágrima en una mejilla y otra que se posa en unos labios.
Un latido. Una aparición, una compañía inútil y de repente se esfuma.
Un milagro y la vida dejó de ser cierta. La distracción fútil, imprecisa.
Un cuerpo que anhela ser dos. Un cuerpo que pide crear.
La destrucción de lo que nunca dejo de ser una posibilidad.
Una voluntad rabiosa que sin pedirlo se detiene en el poniente cardinal.
Una mujer que existe recostada sobre dos sillas.
Una mujer separada del escritor
por una distancia imposible de recorrer.
Un roce de manos, un roce de existencias en soledad.
Algo que no vale nada: el Hacer.
Una verdad nunca atrapada: el Absurdo.
Una teoría nunca puesta en práctica: el Placer.
Un tatuaje en la muñeca y el cuerpo aparece en escena
para que la escenografía se convierta en un transfondo de mundo,
para que se desvanezca el mozo, la mesa, los vasos que chocan,
la pareja de novios, el ruido.
El escritor concluye: el cuerpo es la obra de Arte.
Al alzar su vista los ojos de una serpiente lo aniquilan.
El tiempo se detiene, la sensación de la eternidad.
El mundo suprasensible se atreve a ser real.
Tan solo un instante, inmenso, concreto, infame y de carne.
Una aventura inteligible:
El peligroso descuido de ser mirados.
Las voces se apagan, la música acaba.
Todo muere para dejar que otra cosa nazca, eso es la necesidad.
Por definición el placer es la búsqueda constante de realizar un deseo
para que la pasión, al fin, se haga ciega
y cabalgue a martillazos arriba de aquella voluntad
que todo devora y a todo lo aplasta al mundo y así obtener
lo que los otros, los cercanos, le prohibieron.
Un silencio.
Una despedida.
Un hasta luego.
Tan solo queda el miedo a la libertad.
miércoles, 12 de octubre de 2011
Tu Rostro
¡Elevad también las piernas,
Excelentes danzantes y mejor que esto:
Sosteneos incluso sobre la cabeza!
Luego de varios intentos de escritura y mal gasto de la tinta de mi lapicera y sobre todo del tiempo, vino a mi, en una especie de caída repentina, un recuerdo tan reciente, lo suficiente como para poder asir al pasado, ya que su frescura me procura aun como ayer la misma sensación de ver sentimientos opuestos, especie de peritropé, que en griego significa la existencia de una contradicción dentro de una misma cosa.
Nuevamente funcionaste como fuerza creadora, mi musa Dionisiaca. Este recuerdo que poseo no es un secreto: es tu rostro, es el de ayer el cual reveló que el Arte y
Dos Dioses se disputaron íntimamente, en aquel vasto campo de batalla llamado cuerpo (tu cuerpo), la coronación de la voluntad. (Intuyo que siempre combaten en silencio, pero ayer se dejaron ver). Apolo y Dioniso batallaron fugazmente, tu rostro los expuso, los puso al desnudo. Por mi parte, este torpe escritor, comprendió a los griegos ya que contempló al igual que ellos (estoy seguro) al mundo que los rodeaba: la naturaleza explotando a su alrededor en todo su esplendor. Nada se aleja de la realidad, ahí co-existían lo racional, lo que es calculado y hace del deber una conducta fría, pero por otro lado nacía lo pasional, el instinto ciego de liberar al cuerpo para que adopte, desde el momento inaugural, posturas hermosas en-si por su propia extrañeza en el andar de la propia Danza. Vio la necesidad de expresar y de detonar en una catarsis excesiva sin el uso harto frecuente de las palabras sino de que solo sea el cuerpo, el tuyo, el que hable (por lo menos tan solo una vez mas). Hablar ¿de qué? De que en esos lapsos de tiempo no sentís dolor, ni te detenés frente a los muros. Donde el cuerpo tuyo se reencuentra consigo mismo, donde deja de ser una mera propiedad y no le interesa la mirada que lo secuestra robándole todo su ser sino que cobra vigor y logra ser el que seduce y en su seducción convierte al que mira en un espectador sometido a la belleza del cuerpo.
Tu rostro evidenciaba el desenfreno, la ceguedad de lo que implica tener una pasión y también la necesidad brutal de terminar con la nostalgia y de ser nuevamente todo lo que fuiste, de recuperar al cuerpo, de estar conforme o en verdad de enaltecerlo como debe ser enaltecido, de acabar con ese miedo a la belleza. El rostro tuyo, bien diría Nietzsche, mostraba como la vida es esencialmente inmoral, digna de ser deseada y que todo lo que atenta contra ella es porque busca aniquilarla, negar la vida misma. Porque en tu rostro Apolo dejó ver que su Poder radica en transformar toda pasión en un venenoso sueño. Sin embargo Dioniso por un instante venció y mostró su Poder: la embriaguez, el deseo. En donde, si tu cuerpo se liberara no sería un creador sino que él se haría a si mismo una obra de Arte. A saber: En pleno éxtasis y olvido del mundo te convertirías en una Diosa.
A mi musa Dionisiaca.
miércoles, 5 de octubre de 2011
Mi lucha.
Creo que no quiero para de escribir nunca. Creo que vivo con mi soledad y a ella me aferro para no perderme. Creo que vivo porque existo y porque escribo. Creo que nada cambia y que es siempre lo mismo: el horror de toda la humanidad, la moral, la pobreza. Creo que estoy asustado y convencido del absurdo de este mundo. Morimos, soñamos, proyectamos y a pesar de todo nada vale. Creo que no le importo a nadie, a mi tampoco me importas vos ni nadie. Creo que estoy enfermo, ahora, acá, mientras la oscuridad de mi cuarto me envuelve y me priva del mundo, de las sensaciones y de los aromas de la belleza que tiene para ofrecer la naturaleza. Creo que tu piel es ya solo un recuerdo lejano. Creo que el cuerpo es el lugar menos aprovechado porque sobre él vive una moral que le impide sumergirse en la embriaguez de los placeres, de aquel néctar que lo alimenta de miel y frutas de nombres desconocidos, que le permite abandonar toda la individualidad y que lo acerca al despojo de las preocupaciones. Creo que el cuerpo, el roce de los cuerpos nos ancla en el presente, en el aquí y ahora. Hacia allá vamos.
Creo, lo sé, que no quiero para de escribir nunca porque es la única manera que encontré para hacer desaparecer a la nausea que me acompaña desde hace años, cuando comprendí que si moría el mundo continuaba, y esta bien que así suceda. Creo en la pasión, en el desenfreno y lo narcótico que me resulta la risa, los besos, el sexo, el robar todo lo que produce, al mismo tiempo, calma y alteración. Creo en no medir las consecuencias. Creo en la parodia del ser humano, somos ficción y simulacro. Hay un misterio, es enorme y elástico: es el cuerpo. Creo que ya no poseo nada, que he perdido toda seguridad en las ideas, por suerte no hay prejuicios ruines que carcomen mi cabeza. Creo que estoy triste y desordenado. Creo en mis obsesiones y mis contradicciones y en mil transformaciones, pero todo sigue exactamente igual.
He hecho el mal, he corrompido e hice llorar a muchas personas. He sido un titán que aplastó todo sentimiento, solamente porque podía hacerlo. Supe hacer crujir los huesos de los que se acercaron, humillé con mis dedos y mis palabras a personas buenas solamente, repito, porque podía. Soy quien soy por el monstruo en que me hice. Pero no me temen, me odian o meramente me ignoran. Creo en la mentira como mecanismo de conservación y necesaria para la vida. Creo que el universo tal como se lo concibe, hace lo que debe hacer mientras el hombre se preocupa.
Creo en los accidentes, en la irresponsabilidad, en el azar, en lo dulce de la existencia creo que morimos cada veinticuatro horas. Creo en la libertad. Creo que solo basta querer. Creo que no hay motivos y eso ya es suficiente para que todo este permitido, pero por supuesto, existe Dios, la moral, y el hombre tal como lo conocemos y es ahí, entonces, donde se acaban todos los peligros de vivir, donde la vida se hace un pasar conformada por lo aburrido y lo único. Creo que no valgo nada ni soy quien para prohibirle al mundo todas sus pasiones y deseos. Creo en los pensamientos retorcidos y lo desagradable como formas de vivir. Creo que lo que esta ocultado, lo que esta tapado y alejado es porque justamente existe, y si existe entonces hay que dejarlo ser y no negar ya nunca mas sus existencias aunque nos produzcan vergüenza, pánico, horror, o si pensamos o tenemos la superstición de que todo ello aunque, lo abominemos, atenta contra la salud y nuestra sociedad.
Creo que aun te sigo esperando ¿a quien? A quien sepa entender todo lo que creo, y aun así, aunque se muera de miedo, me ame. Es a vos a quien le estoy hablando.
Creo que hay que respetar solo a lo que es digno de respeto, en la despreocupación. Creo en las miradas que estremecen la carne, creo en la carne, en el sudor y en todo lo que nos acerca de a poquito al animal. Creo salvajemente en el placer. Creo que se confunde felicidad por placer. Creo que no existe ni un solo Dios, ni el amor tal como lo concebimos. El amor tal como yo lo presumo, es un amor conjetural, sin restricciones sin compromisos, sin obligaciones, un amor que solo exija disfrutar de las personas que participan de él.
Creo que los espejos multiplican los errores de este mundo, pero que a su vez confirman que el sufrimiento esta de este lado del jardín. Esta imagen, que soy yo no padece ni se alegra. Es acá donde se vive porque acá existe un cuerpo. Un cuerpo oprimido, lleno de pudor que sin embargo esta a la espera de sensaciones y nuevos placeres pero que sigue siendo un cuerpo cauteloso, un cuerpo lleno de religiosidad y moral. Creo que es el cuerpo el lugar para experimentar, para ver nacer la belleza. Lugar de aromas tan distintos que las mismísimas flores se marchitan por la envidia. El cuerpo, espacio para dejar al otro dominarlo. Tierra fértil y virgen para explotar toda la euforia. El cuerpo es el lugar para la manifestación plena del animal que somos, para que los placeres se reencuentren con la naturaleza, para satisfacer necesidades, para dar curso libre a los instintos. Hablo del sexo, las bebidas, las drogas. Del lugar para contemplar otros cuerpos, como el tuyo, placer estético cuando disfruto de la belleza que mana de tus piernas, tus brazos, tu piel, tus labios, tu espalda, tu pecho. Ese todo llamado cuerpo es en lo que nunca voy a dejar de creer. Este cuerpo es mi lucha.sábado, 3 de septiembre de 2011
Una nueva forma
I
Un hambre brota de mi belleza:
daño quisiera causar a quienes ilumino,
saquear quisiera a quines colmo de regalos:
- tanta es mi hambre de maldad.
Nietzsche.
Así habló Zaratustra,
Se acabaron los tiempos de amores, las palabras desaparecen, donde el sol poco le interesa la luna. Ha concluido el reino de la verdad y el conocimiento y tan solo queda en mí la destrucción. Se acabó. Si vivo no es para alcanzar la gloria ni el consuelo de aquellos que supieron retirarse a tiempo antes de que los devore, tan solo queda la soledad tan sola ella, ahí, esperando una sola cosa: la pasión, única dosis que me mantiene vivo, ese anhelo de diatribas, de pensamientos oscuros, de imaginar la sangre y el horror de todas las valoraciones y de todos esos cuerpos que se intrometen en los deseos. Hay un rumbo: el silencio de todos los que no saben hablar.
Hoy mas que nunca prefiero la enfermedad, vivir es enfermarse, todo tiene que ser modificado. Ya no hay relatos, ni cuentos, ni imaginario. Solo persiste el movimiento, el devenir. Cuanto más se recuerda menos se hace, o mejor dicho cuanto mas repetimos en palabras malolientes los que nos hizo es cuando soñamos detrás de escritorios.
Se acabaron las creencias, las nuevas ideas, se ha olvidado lo que nos hace grande, solo hay ídolos, monumentos, Dioses. Lo que nos hace grande es la imaginación, lo nuevo. La sangre no es verdad, la verdad procura la sangre, la enaltece, la genera. Habría que volver a pisar la tierra, el suelo, las plantas, ya no hay que mantener al Hombre,
Tenemos que empezar a mirar a
¿En que creer? ¿La libertad? Permítanme dudar de los idiotas que nos incitan a creer en que no somos libres. Aunque también hemos sido disciplinados y domados, pero tenemos que hacernos cargo de que hemos dominado y hemos disciplinado. Permítanme odiar, ya ha llegado el momento lícito de la voluntad de odio, odio a todo lo que creí, a vos, a los que cargan con prejuicios, a los que sienten vergüenza, a mi propia vergüenza de sumergirme en el mar, a sus profundidades, odio a todas las ideas asimiladas, odio al yo, al alma, al hombre tal como se lo conoce. Abracemos la lucha, lo belicoso. ¿La paz? Invento de los que hacen la guerra, camino antes de la nueva guerra que robustece a los que los que vencen.
No he visto una sola destrucción, todo ha cobrado nuevas formas para mantenerse en su lugar, el Poder ha sido inteligente, astuto e invisible. Su arma más poderosa: la palabra. Fue el Poder el que nos contó los hechos,