miércoles, 12 de octubre de 2011

Tu Rostro

¡Elevad también las piernas,

Excelentes danzantes y mejor que esto:

Sosteneos incluso sobre la cabeza!


Luego de varios intentos de escritura y mal gasto de la tinta de mi lapicera y sobre todo del tiempo, vino a mi, en una especie de caída repentina, un recuerdo tan reciente, lo suficiente como para poder asir al pasado, ya que su frescura me procura aun como ayer la misma sensación de ver sentimientos opuestos, especie de peritropé, que en griego significa la existencia de una contradicción dentro de una misma cosa.

Nuevamente funcionaste como fuerza creadora, mi musa Dionisiaca. Este recuerdo que poseo no es un secreto: es tu rostro, es el de ayer el cual reveló que el Arte y la Danza producen estragos en todo tu cuerpo invitando una imposible lucha muerte a esa contradicción interna, a un duelo utópico en el que ninguno de ellos muere ni murió sino que existían y aun existen en tensión justamente para convivir, para Ser.

Dos Dioses se disputaron íntimamente, en aquel vasto campo de batalla llamado cuerpo (tu cuerpo), la coronación de la voluntad. (Intuyo que siempre combaten en silencio, pero ayer se dejaron ver). Apolo y Dioniso batallaron fugazmente, tu rostro los expuso, los puso al desnudo. Por mi parte, este torpe escritor, comprendió a los griegos ya que contempló al igual que ellos (estoy seguro) al mundo que los rodeaba: la naturaleza explotando a su alrededor en todo su esplendor. Nada se aleja de la realidad, ahí co-existían lo racional, lo que es calculado y hace del deber una conducta fría, pero por otro lado nacía lo pasional, el instinto ciego de liberar al cuerpo para que adopte, desde el momento inaugural, posturas hermosas en-si por su propia extrañeza en el andar de la propia Danza. Vio la necesidad de expresar y de detonar en una catarsis excesiva sin el uso harto frecuente de las palabras sino de que solo sea el cuerpo, el tuyo, el que hable (por lo menos tan solo una vez mas). Hablar ¿de qué? De que en esos lapsos de tiempo no sentís dolor, ni te detenés frente a los muros. Donde el cuerpo tuyo se reencuentra consigo mismo, donde deja de ser una mera propiedad y no le interesa la mirada que lo secuestra robándole todo su ser sino que cobra vigor y logra ser el que seduce y en su seducción convierte al que mira en un espectador sometido a la belleza del cuerpo.

Tu rostro evidenciaba el desenfreno, la ceguedad de lo que implica tener una pasión y también la necesidad brutal de terminar con la nostalgia y de ser nuevamente todo lo que fuiste, de recuperar al cuerpo, de estar conforme o en verdad de enaltecerlo como debe ser enaltecido, de acabar con ese miedo a la belleza. El rostro tuyo, bien diría Nietzsche, mostraba como la vida es esencialmente inmoral, digna de ser deseada y que todo lo que atenta contra ella es porque busca aniquilarla, negar la vida misma. Porque en tu rostro Apolo dejó ver que su Poder radica en transformar toda pasión en un venenoso sueño. Sin embargo Dioniso por un instante venció y mostró su Poder: la embriaguez, el deseo. En donde, si tu cuerpo se liberara no sería un creador sino que él se haría a si mismo una obra de Arte. A saber: En pleno éxtasis y olvido del mundo te convertirías en una Diosa.


A mi musa Dionisiaca.

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