Sucede muy a
menudo a determinada cantidad de personas las cuales no pueden llegar a realizarse en la vida, no
tanto en lo que sociedad le imprime como necesidad, sino que es el propio
querer el que ha quedado relegado como lo primordial. No hay una materialización
de lo que se desea, podemos decir, no se
es lo que se quiere ser, o en otras palabras no se llega a ser lo que se
es. En estas personas no encontramos la
lucha a muerte entre el deber y el querer. Personas que se inyectan en el mar
de la nada misma, náufragos del aburrimiento, y sospechamos que sus días transcurren
cuando recuerdan lo que no fue de ellos mismos. Sujetos débiles que comienzan
de a poco a aferrarse a creencias (las cuales consideran profundas y distintas),
e intentan ser para ellos y su entorno personajes viscerales, que discuten la tradición,
y la norma. A si mismo se convencen de que no responden a lo que la cultura
ofrece, o impone y convence.
Sin embargo
los veremos yendo de un lado al otro, intentando proyectos que nunca llegan a
puerto, evidentemente no están haciendo lo que siempre quisieron, sino que están
buscando cosas que nunca van a poder encontrar. No pueden abrirse camino porque
ya no poseen el cuchillo que les habría de permitir el triunfo de su grandeza. Se
convierten enemigos sin altura del hombre, adoptan una espiritualidad que no
les pertenece, que tampoco existe, otros divinizaran a la naturaleza como si fuera
un ser que nos conecta con un todo. También criticaran con vehemencia, y quizá no
tanta, las construcciones culturales pero seguirán manteniéndola en el meollo
de sus familias, porque evidentemente nunca tuvieron agallas para desafiar todo
lo que construye al hombre como tal, ni
tampoco tendrán las agallas para romper con esa vida no vivida que fue vivida
por otros, o quizá una vida vivida por el miedo. Entonces ya es demasiado
tarde, toda su estructura se basa en la insatisfacción, por eso no ríen con
frecuencia, y los podemos ver contener risas, carcajadas, el motivo, lo
desconozco, a su vez critican al sexo, como algo innecesario, al cual se lo ha
catalogado con una importancia exagerada. Esto quizás sea porque la risa y el
sexo nos une, quiero decir que piensan que todo placer corporal llega a un
punto tan bajo que hasta vulgariza la condición humana, y ellos ante nada querrán reírse de lo que
todo el mundo se ríe ya que poseen una especie de jerarquización imbécil, han
montado para si una idea de elevación espiritual bastante mustia. En realidad
abominan lo que no pueden lograr.
Encontraran en
actividades distintas la justificación del día lunes, martes, miércoles,
jueves, viernes, sábado, domingo. Necesitan hacer algo. En efecto son tan parecidos a
cualquier otro que buscan sentirse productivos, tienen que saber para sí que
hacen algo, y necesitan como una cuestión vital desterrar la idea que
constantemente les muestra que morirán sin ser nada, sin haber hecho algo. Si
fueran los suficientemente inteligentes y distintos como creen que son, sabrían
que la vida no pide nada, que todo transcurre y que por fuera de lo humano,
demasiado humano, todo carece de necesidad, de motivo, y que no hay sentido.
Pero insisto,
hacen lo que se debe hacer, cumplirán con las expectativas sociales, serán transgresores
verbales, simpatizantes de ideas progresistas pero sin fuerza para romper con
su historia. Por dentro sufren sus miserias, padecen deseos nunca experimentados, pero nunca
asumen una vida de fracaso como un fracaso propio, sino que culpan al otro, a
sus compañeros (hasta en este punto se parecen a cualquier otra persona que ve
el mal en el otro). Curiosamente culpan a la vida, culpan a eso que desconocen,
porque nunca vivieron.
Nicolas Zapata