lunes, 27 de diciembre de 2010

La distancia que marca tu cuerpo.

Escucho un tango y escribo. Escribo porque no se hacer otra cosa. Triste, apenado hasta el sinsentido. Tu rostro se asemeja a una argamasa que une el sonido exquisito entre la música y mi prosa tan errante. Es todo, no es nada. Tórrido y absurdo. Si embargo te quiero, te preciso a mi lado.

Por supuesto, morimos pero lo haremos porque vivimos. Tan solo quedará la existencia y vos existís en este mundo. Tu cuerpo es como la música: una vez aparecido, caído, una vez que sucede existe para siempre tan dulce y eternamente fugaz.

La embriaguez de tus manos y tu ser afinan el silencio, ese mismo que aturde en la soledad cuando muere tu melodía trágica, fatal.

¡Pobre de mí! ¡Pobre este idiota que espera prestando atención a que llegues en cualquier instante, canción de bandoneón! Piano agudo y ojos en sensación voluptuosa dejando la carne sin piel, sin suciedad. Pura. Ser y carne: Es la pasión. Te deseo.

Por definición pensarte es componer una serie de recuerdos del pasado nuestro. Charlas, Bares, distancia pavorosa. Pensarte es mantenerte cerca, la distancia es imaginaria, es un cuchillo que no existe pero hiende para hacer sangrar. Te sangro, cada gota de sangre llevan tus iniciales las mismas que viven en la orquesta del cuerpo tuyo ese que se aleja del mío. Del mío, sin defensa frente a tus ojos desnudándome, desde siempre, dejando solamente lo que soy. Sin excusas. Frente a vos meramente soy un absurdo. Absurdo porque muero, como toda canción. A su vez, y es por ello, siento, te siento ¿Por qué? No se, muero, lo sé pero lo haré sabiendo lo que es quererte y sufrirte, moriré habiéndote escuchado. Aunque me parezca cada día más al cadáver que he de ser, la ternura sigue indemne e inalterada.

Más allá de todos estos años, no puedo decir basta. El tango de tu cuerpo refinado, de garbo nocturno impregnado tan de Buenos Aires se apremia a comparecer en mis ideas, en mis noches, en mi tinta. Tu presencia física representa un poder absoluto, convirtiendo en realidad todo lo que hay de utópico, en mí, sobre vos cada vez que acaeces. Ocurrís deslizándote entre las determinaciones de mis pensamientos y mi imaginación, moviéndote de un lado hacia otro como si tu alma se apropiara de mi cabeza, y no dejo de estremecerme. Y mis ideas se agitan, pero es mi cuerpo el que lo padece. Estas en mi, estrecha, trato de reducirte al máximo de presión, pero es inmenso el poder de tu melodía. Inacabable.

Es inútil al fin y al cabo, las ideas no sirven, concluyo. Tu cuerpo es la distancia imposible. Es el escenario que contemplo, es el instrumento que no aprenderé a tocar, porque ahí, en ese cuerpo hay una libertad que decide no ser. Me obliga a realizarte en mis ideas. Ese cuerpo es libertad. Bajo ese escenario, junto a una mesa, sobre una silla, estoy yo, sentando, escuchando el tango que sos para dejar de serlo, para así, de esa forma, nuevamente, vuelvas a brillar. Mientras tanto te presto oído para escribir, para que sepas que aun te elijo como mi musa. Aunque no sea mucho, es de verdad.

Pero hay algo más ¿Dónde está lo que penetra en mi cuerpo? Si mis manos no puede apresar nada, si mi cuerpo tan solo sufre, o tirita o se vitaliza ante tanta expresión de belleza arriba de ese escenario. ¿Dónde estas, si estas ahí? Me pregunto cómo es posible que penetres y me apropie en mis soledades de eso que pasó hasta las entrañas y ni siquiera en ellas. Hay algo inconfundible: vivís en mí, por siempre ya que te pienso, ya que te recuerdo todos los días porque te extraño, debido a que de alguna manera tengo que darte una entidad un ser ficticio para definirme como aquel que anhela escuchar una y otra vez, repetidamente ese esplendor callejero. De alguna forma tengo que saborear esa existencia, por lo menos imaginariamente puedo quemarme. Puedo bailar en este lugar, y tomarte de las manos, y cruzar las piernas o rozar impúdicamente mi nariz con la tuya, para sentir el viento de tus palabras en mi rostro. Pero en este lugar imaginario, no puedo besarte. Un beso tuyo no puedo imaginármelo. Posarme en tu boca no encuentra explicación. El cuerpo imposible, tu boca utópica.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Carta que te hubiera escrito.

03/12/2010

A vos:

Los aromas verdugos de la primavera manifiestan la ternura con la que la luna, tímida por demás, se presta a lucir, mientras suele confesar a la arquitectura de la ciudad toda que puede brillar ella también, con su pasto de las plazas, los árboles, cada edificio, cada casa, cada casilla, y cada ranchada, los autos inertes y los que están en movimiento por personas en inercia. Ella asimismo aplasta su luz contra las plantas, y como toda luminosidad se imprime en los rostros de cada existencia, en el tuyo, en el de éste individuo en soledad siendo él mismo con sus ojos apresados en las cavidades te observan. Rostro de mujer azarosamente configurado, un solo movimiento del parpado derecho o el izquierdo, o una leve vibrar de los músculos de las mejillas un solo bostezo o una simple expresión onírica modificaría todo.

Existís ante mi bella y pura. Ahí esta tu Ser, danza entre el imperfecto silencio de lo ideal, y la furia de una pasión que solo puede destellar de un ser infernal. Dormida bajo sabanas arrugadas y somníferos borrachos, en calma. Arrojada al lado mío, con un brazo debajo de la almohada, y el otro cubriendo el pecho desnudo, un pie se asoma al final de la cama. Yo apoyado en un brazo, también sin ropas, con un cigarro prendido ardiendo entre mis dedos, estoy frente a vos. Y vos sos la prueba de mi felicidad y de que a pesar de mi ominosa soledad hoy tengo alguien con quien pensar, y hablar de tantas ideas inútiles, aburridas que se tornan discursos de agobio total y por otro lado ser por vos mirado analizado hasta el último detalle y aun así me toleras, me siento cuidado. Pero por otro lado sos, a su vez la evidencia de mi terror. En efecto, la incertidumbre de tu futuro me paraliza, me lleva a la excitación extrema de querer adivinar cada consecuencia, pero sin embargo no debo poseerte, no soy yo quien deba prohibir tú hacer, porque no solo eres realmente hermosa, sino que el motivo central y principal que aniquila mi poder sobre vos, es tu libertad. Porque es por ella que estamos aquí y ahora, porque sin ella no podríamos sentarnos en algún bar a conversar y a beber cerveza mientras discutimos sobre política, sobre el amor, sobre el peligroso privilegio de vivir, o cuando caminamos por los barrios o interpretamos en tu casa una y otra vez la misma secuencia musical repitiendo las mismas canciones solamente para compartir algo y perdernos en el sonido para unificar lo que no se vivencia de a dos: el instante.

Es por tu libertad que tu sonrisa juega en tu boca todas las noches como hizo hace una hora atrás cuando me golpee contra la pata de la mesa y luego dejaste deslizar las palabras para decir como siempre repetís que soy un torpe. Es tu libertad la que derruye lo que somos para ser algo, incluso mejor. Es por ella que no caminamos de la mano ni nos encarcelamos entre abrazos. Al fin y al cabo, es por ella que tanto vos y yo al elegir nos elegimos como compañeros. Y que implica algo más, la seguridad incierta de que sabemos que estamos, de que existimos. Esa confianza incorruptible.

A pesar de todo, yo se que siempre me perfilo a arruinar todo y que mi virtud es la destrucción, pero todo sucede porque suelo aburrirme fácilmente con respecto a conservar lo que se tiene, y mi obstinación es buscar respuestas, nuevas formas de saber aunque en este caso es la expresión de la incertidumbre la cual me provoca hasta la carne, me hastía pero no importa, al fin pude conocer esto.

Pero apenas se intrometa el sol, adivino, cuando abras los ojos y me veas habrás de desear que nada haya sucedido, te levantaras excusándote y pensaras que todo fue un error, pero en verdad fue mi virtud la que trajo el error al mundo de vos y yo. Pero quiero que sepas que anhelo con fuerzas persistir y persistir, frecuentando bares y clubes, charlas y debates, y que por nada en el mundo me perdería de tu presencia, porque a su vez tus ausencias testifican que estas. La verdad es que no busqué perderte, tan solo quise conocerte desde otro lado, de concretar fantasías y deseos. No me arrepiento, ni me subyugo durante esta noche de primavera. Mi pretensión era que me avasalles vehementemente tan solo una noche con la plenitud de tu ser, con la totalidad abrumadora y delirante de tu existencia.

Nicolas