domingo, 22 de agosto de 2010

Abre, somos nosotros.

Si nos pinchan, ¿no sangramos?
¿Si nos hacen cosquillas, no reímos?
¿Si nos envenenan, no morimos?
¿Si nos tratan mal, no nos vengaremos?

William Shakespeare - Mercader de Venecia


Existimos, estamos ahí en un mundo, sentimos en suelo, vemos al resto, surgimos en una determinada situación. Nuestros brazos se tuercen para todo tipo de actividad, y nuestras manos contorsionan movimientos sea para estrechar manos con nuestros pares, o para rascarnos la cabeza, para levantar cualquier cosa del suelo. Nuestros dedos toman formas para asemejarse a un gancho, de ellos crecen cierta prolongación que nace dentro de los dedos, ¡qué cosa horrenda! como si fuera el pelo. No obstante lo mismo sucede con los de los pies. Los pies nos mantienen de pie frente a todo tipo de adversidad, ellos también al igual que las piernas (condición necesaria para que ellos tengan su lugar) toman formas, se doblan sin medrosidad alguna y gracias a todo ello de una esquina podemos ir a otra esquina y si a ello le sumamos las manos las cuales están ensambladas a los brazos podemos decir que somos capaces de hacer lo que algunos no se animan a hacer. Hay un cuerpo, hay carne de sobra, hay huesos, piel, de todo ello aparecen por alguna razón fluidos, de nuestros ojos caen lágrimas, de nuestras bocas algo así que se llama saliva, en la boca se ven una lengua, varios dientes, de ella nacen las palabras. Se asoman los labios rojos, finos, gruesos, en nosotros se encuentra gran variedad de partes semejantes. Suceden momentos en los que por algún motivo las palabras, las cuales evidencian un lenguaje es decir una cierta cultura, nos producen en lo mas intimo de nuestro ser la gracia, influenciando a la cara para que sus músculos se deformen y tomen postura configurando a lo que se le llama risa dándole un ser, y toda la cabeza se torna colorada. Hay veces que son de ira, de furia.
Este cuerpo que se mueve, que se extiende y ocupa un espacio determinado, no el que queremos o queramos sino que a veces es el que nos toca y en el nos desenvolvemos, quizás ocasionando problemas, o simplemente buscando deseos. Bajo árboles, o bajo cualquier techo que no es un techo, en cualquier parte vas a ver nuestro cuerpo tendido, o desplazándose.
A veces este cuerpo se lastima, y de él brota la sangre, roja, espesa, como la de todos, y como arte de magia la piel cicatriza y la herida parece desaparecer, aunque sabemos que ahí, en esa parte corpórea hemos sido lastimados. Hay un cuerpo que existe. Sin embargo hay algo que no se conforma con la cosa esa que se extiende y es palpable.
Pero miren que cosa, hay algo en cada uno de nosotros que no lo podemos encontrar, es decir agarrar, o ver, pero que no carece de evidencia por su pasión concreta de manifestarse, es lo que nos hace dar cuenta de nuestras partes, de que las padezcamos. Quiero decir, habíamos dicho que el cuerpo se lastimaba pero somos nosotros el que sentimos ese dolor, o la cara no es la que disfruta de la risa, sino somos nosotros. Hay algo que nos hace ser lo que somos, algo que nos permite afírmanos en la existencia y asumir que existimos, hay algo que nos deja el terreno libre para decir: yo soy, y estoy en una situación-contingente. Aún así, en lo singular es una casualidad, la situación creada es efecto de muchas cosas, de muchos responsables, pero en efecto, podemos decir que existimos, de que somos nosotros y de que estamos artos de tocar la puerta, de que ya no nos conformamos con existir, de que eso es parte del cuerpo que resulto ser mas una propiedad nuestra, de que ahora somos concientes de que queremos vivir, de que queremos vivir porque somos, de que en realidad vivimos porque también pensamos, y porque aunque a muchos les duela o les cueste creer, somos libres.
Nosotros, tantos, muchos, multitudes que se conglomeran bajo el cielo, accionando sobre la tierra, ese es el mundo en el que existimos todos nosotros. Se nos hace necesario decir todos nosotros, porque la diferencia aparece en las situaciones y sea desgracia de la vida hay algunos de nosotros que no nos vemos, e incluso nos odiamos. Nosotros, es decir algunos, no ven personas bajo los árboles, sino que ven acumulación, nos hemos olvidado de que somos dignidad, ven delincuencia, ven droga, ven inseguridad, ven enemigos. Y yo me pregunto ¿Quién es el enemigo?, deberíamos preguntar ¿Por qué se cerraron las puertas? Nosotros los nuevos bárbaros somos ustedes, porque somos todos nosotros.

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