miércoles, 11 de agosto de 2010

15 Semanas, Enero del 2010

Árboles que tapan el cielo, la oscuridad de la noche que la envuelve, todo eso sobre un fondo en lo que surge su existencia y su cuerpo brota del mundo como una semilla valiosa. Es notable su belleza. Sus parpados cerrados, su mirada clavada hacia el suelo. Su adorable cabello color negro, suave como las nubes, diseñado hasta el cuello. Una luz que ilumina su perfil derecho permitiendo vislumbrar su diáfana primavera mientras piensa. Viste una campera, la resguarda del frío, tan solo eso y en tan poco. Y sin embargo demasiado fulgor, demasiada pureza y feminidad.
Una foto en gris, un rostro familiar, un ser impregnado en la memoria. El pasado sonríe. Las cosas han cambiado y yo aquí en la espera de la muerte de esta ausencia indeseada, que abate íntimamente en silencio. Desnuda mi pesar al mismo tiempo que desarma toda mi carne y mis emociones se exaltan, se altera la sangre y presiona a la conciencia.
La foto es un cuchillo que arranca de cuajo a las palabras, sacando a flote todo el amor contenido ya que nunca tuve el coraje para aventurarme a esos labios, para trascenderme a esa piel y sobre todo para perder mi libertad en todo su ser. Y aunque resulta extraño siempre intenté estar cerca, aunque algún Dios nos vea que estamos en lejanía, porque el tiempo no me llevo a ningún lugar, mucho menos sirvió para olvidar, porque el amor no es fugacidad ni algo temporal, todo lo contrario se perpetúa en él, se clava en el espíritu y no se contiene. Es cierto, todo es culpa mía, porque callé silencios, contuve voluntades pero ya nada tiene relevancia, ahora la foto desgarra, lacera mi corazón. Y una foto, tan solo una foto despierta tanto, y es que no es una foto, es ella es su ser radiante no valorado por los que tuvieron la oportunidad de saberla mujer. ¡Pero que mezquino y apagado resulte con mis sentimientos! Es su ser y en su meollo y su exterior entrega tranquilidad.
Y las palabras ya no ofrecen nada, ojala ya nada este perdido, porque al contrario de lo que se dijo el pecho se cerró y el alma enfermó, y ahora tan solo me queda extrañar aquel ser. Buscaré alivios, buscare tibiezas me entregaré al anonadamiento. Me perderé en lo que queda anhelando que nadie me encuentre y de esa forma dejar a la sangre libre de secarse. Seré nada.
Caminaré trashumante y cuidando el rigor para ir despacio pronunciando su nombre por rumbos inalterables en busca de antídotos porque este sufrimiento me hace sentir vivo. Me iré sigiloso hablando por lo bajo, marcharé de pie destruyendo toda esencia, renunciando a mi silencio maldito, idiota y feroz. Escupiré los momentos, que por apresurados los frené para no recordar, hacia el río que murmura y delata mi cobardía. Mis engaños, mi mala fe, todo impulso colonizado hicieron a este hombre medroso, idiota y soslayado.
Seré nada, porque nunca me anime a ser algo. Quiero volver a la época en la que la veía. A ver esa sonrisa inolvidable. Y mi libertad ya no es capaz de re-atrapar el pasado. ¿Que puedo decir? Ella será siempre imposible. ¿Qué puedo hacer? Marcharé lejos, quizás podré encontrar algún lugar en donde depositar mi cuerpo y descansar mi vida errante para asesinar a la responsable de mi lamento: mi propia libertad.

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