viernes, 18 de junio de 2010

Carta III

Viernes 18 de Junio



Pienso un instante, tan solo un instante y todo lo que pienso se diluye. Un tango arremate y un cielo gris acontece. Una vida siniestra, desagradable pero libre. Una realidad absoluta que evoluciona. Una cultura.
Camino, la gente aficionada a su rutina no mira, se estanca. Podría patear una roca como la cabeza de todos los hombres ¿Qué diferencia habría? Quizás el dolor en ellos les haga renacer de su siesta. Intento juntar mis pensamientos y solo hay pasos mientras un acordeón sufre. Hace frío, una moto, una señora, un pobre chico, la biblioteca y un cartel que dice ´´se vende``, un muchacho y una escoba limpian la vida, la vida que no es. Le exigiría que barra mis sueños y mis ilusiones, ya solo queda en mi el yo y el maldito inconciente. No podría ser libre porque elegí no serlo. ¿Qué se le va hacer? Mi último acto de libertad: perderme
En mis oídos la furia que produce la tristeza ¿en donde andará? Me pregunto. Presiento que de mi no estará hablando ni pensando
Hay algo que necesito confesar: viajaba en un colectivo y pensé que era otro mientras viajaba, al mal suponer el número del colectivo me baje paradas atrás de donde me hubiera de bajar. Se acabo, ya no soy libre. Se ha apoderado de mí el poderío del inconciente. He descubierto la inercia, lo aberrante, lo nefasto. Un hastío en mi formula hipótesis de violencia contra nadie, solo contra mí. Un acaecimiento poderoso, que vislumbra la pobre condición humana. En el hombre se encuentra la lucha poder y sujeto. Yo que quería liberarme del sujeto huraño, un idiota resulte siendo. Me vencí, me doblegue. Soy una dicotomía, es menester la unidad, recrearme como las hojas de los árboles, como una serpiente.
Luego, precisamente ahora, veo pasar desnudo al viento, crudo, me toca. ¡Qué extrañeza! Caigo con los pies en la vereda de un saltito, doy otro saltito, esquivo un charco de agua. Ayer llovió, por lo tanto las veredas y la calle están teñidas de un mar color amarillo. La tormenta transformó el paisaje barrial, y es lindo, me distrae. No se ven pájaros. Esto de observar da vuelta a un costado obsesivo, alguna vez afirme que es algo positivo la obsesión. Es de medio día y el mundo se entretiene. Antes de ayer por la ventana veía pasar a una pareja enamorada. ¡Cuán difícil se me hace soportar este sentimiento!, pensaba. Era la asociación. Por suerte tuve una leve sensación cuando ellos dos doblaron abrazados en la esquina, la sensación del tiempo que apacigua la brutalidad de la noche. La noche es la exaltación y la potenciación de todo pensamiento y emoción. Sin embargo anhelaba estar en ese callejón con ella, necesitaba hablarle confesarle mis ideas, mis miedos, no mi amor. Estar ahí para convertirme en esa serpiente delante de ella.
Ya estoy frente la puerta con las llaves en la mano, no se si entrar, yo se que una vez que introduzca la llave en la cerradura todo será nuevo. Tendré que levantar los pies para no llevarme por delante el escalón. Mi cuerpo se desfigurara tan solo para hacer una sola nueva cosa. Abrí la puerta, nada cambio, sigo siendo. Sostengo la puerta, la siento fría, distante, ahí, pero no esta en mi. ¿Qué hay en mí?, eso tengo que averiguarlo. Me sumerjo en el edificio, y tengo que subir las escaleras. Hasta ahí llegue. Quiero acostarme, hago el esfuerzo.
Increíblemente me estoy sacando el abrigo. ¿Y ahora que? Voy al baño, me miro al espejo. Ese soy yo, pero nunca me veré tal cual como me ven los demás, como me ve ella. Solo veo mi reflejo. ¿Soy yo? ¿Asi me ven? En fin, ya estoy acostado, cierros los ojos. Pero sigo pensando.

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