miércoles, 1 de junio de 2011

La Mirada

Quisiera hacer una intromisión, sepan disculpar pero hay que contar como son las cosas, mi verdad (si se quiere) aunque por otro lado, no existe eso que se denomina común mente La Verdad. En fin, no intento ser ubicuo ni omnipresente pero han sido años de búsqueda, tantos que he perdido la cuenta y noción del tiempo. Si somos la sumatoria de todo lo que hemos hecho entonces somos nada, más aun cuando todo mi devenir fue un contra-efecto de mi búsqueda. Ahora estoy viejo, agotado.

Hay días en donde me encuentro y paso el día entero frente al espejo, le hablo meramente con la necesidad de engañar a la soledad. Ciertos días me contesta y se a partir de ese instante entonces que podré sonreír durante el día completo. Otras veces solo poso frente a él para verme, o para recordar quien soy en el presente. Juego, levanto una mano y la imagen lo hace. Gesticulo deformando toda la existencia, esta carne que poseo, la imagen imita todos los movimientos bruscos de la piel cuando se estira. Me despeino y ella se despeina. Pero a pensar que me entretengo, mis ojos solo ven lo que soy inversamente, mi mano derecha es la mano izquierda. Concluyo, ya no soy. Es por esto que la soledad vuelve a caer sobre mí como un manto lleno de púas porque ante mi ha aparecido otro, que existe ahí donde mi mirada apunta, porque lo que veo es tan distinto a mí como él lo habrá de hacer conmigo. Es cierto también esa imitación envejeció a la par mía y que desaparece cuando soy yo el que me alejo. Sin embargo el nunca me grita, se que esta ahí pero no emite nada de esa mirada, no existe ese peligro de ser visto. Esto no tiene solución. Este es el motivo, la causa de mi búsqueda, encontrar aquella mirada que me encanta, que extraño.

Hubo un tiempo en que esa mirada no se quitaba de mí, ni un solo segundo, es cierto que las cadenas de las Moiras ayudaban, las mismas que a Parmnides lo hizo equivocarse y a Heráclito mantener un orden invisible. Creo que la culpa de mi búsqueda, es decir de quedarme sin ella se lo atribuyo a un Dios, fue hace tanto tiempo que cuesta recordar. Ya se, Zeus enfurecido sin justificación (los dioses no se sirven de la razón). Cuando al comienzo del universo en donde ella y yo éramos uno, inseparables este Dios partió esa naturaleza que éramos en dos, creando (esto nunca se supo) el pasado, el presente y el futuro, a la maldita temporalidad, debido a que a partir de ese momento he sido y habré de ser lo que sea menester para volver a dar con esos ojos para que toda esa mirada me justifique una vez mas.

En mi camino he formado parte de la cultura Magdaleniense, todavía mantengo en una repisa mi propia Azagaya. Luche contra los Treinta Tiranos para luego darle muerte al Minotauro de Creta, en vano desangre al ser, solo me encontró la locura, y así deambule por las tierras infieles y así llegue a ser Emperador. Conocí las tabernas cansado de caminar determine estar sentado para esperarla. Escribí poemas, y nadie me reconoció hasta que yo ya era un dibujante. Me interne en la selva para hacerme amigo de un lobo, quise descender hasta el infierno pero solo dí con una melodía. Recorrí todo el Medio Oriente, años atrás me detuve un largo rato en Mileto y funde una Academia.

Imagine el futuro, nunca detuve los pensamientos, y en el lago Turkana me propuse asfixiar a la razón, estuve cerca. Fueron tiempos de inquisición, de fe y ascetismo, tiempos donde la libertad justificaba el mal en el mundo, las fallas, las desviaciones y las perversiones, épocas donde el alma era una especie de prisión del cuerpo, prisión otorgada por los otros en la medida que este elegía todo lo inmoral. Tiempos donde debía el cuerpo humano padecer el suplicio en nombre de un nuevo Dios de menos dos siglos. Intente comprender la historia y solo encontré sangre.

Por lo pronto mi naturaleza seguía partida, el mundo tan vasto no dejaba encontrarla simplemente para que me mire como cuando nos despedimos ante la fuerza de Zeus. Un día mientras contaba unas monedas de plata, acaeció un milagro, se supo de una nueva tierra, la mitad del planeta había sido descubierto. No lo dude, me embarque en el primer navío hacia lo nuevo.

Entre la crueldad en nombre de Dios y el espíritu Santo, la tortura, la esclavitud y la corona, en medio de todo aquel meollo mi búsqueda continuó. Tuve que matar y someter a esos indios cuya tierra le estábamos saqueando.

El tiempo pasó, la historia procuro ser racional a titulo de valores tales como el orden y el progreso. Fui testigo del fusilamiento de Dorrego y en el asesinato de Facundo Quiroga, escuche con atención de que manera Argentina habría de comenzar a ser bajo el mando de Roca. Llego el Tango y cante en los suburbios de Constitución y Almagro. Me apuñalaron, algunos tajos procuré a otros. Tuve varios nombres, un escritor me llamó Andrés aunque yo pude cambiar aquel final trágico así mantenerme en mi rumbo y condensar el sentido para no perderme jamás ya que hube de estar decepcionado por la vida entre la desaparición de ella y la muerte de una hija. Me escape tierra adentro y ya nadie se pregunto por mi. Cuando ya estaba en el Sur, en Playa Unión los cambios sociales se iniciaron, la revolución Cubana estalló, el mayo Frances, la liberación de los Pueblos Africanos, de los cuales algunos dominé. Participé de la primavera de Cámpora. En efecto, fui todo para esa mirada, concluyo siendo nada. Quise escribir como Borges y ser Sartre. Imagine la muerte en el mar arrojando a todos los cadáveres que soy devolviendo el recuerdo de tantos hombres que deje de ser para convertirme en un devenir con una sola pasión inmutable: la de tu mirada, esa que el Dios Zeus me privó por su capricho divino. Esa mirada que me sostuvo en el Universo, dándome un ser, manteniendo en secreto todo lo que soy, y ese secreto deberá seguir estando en algún lugar ¿me habrá estado buscando? ¿Habré pasado por su lado en alguna calle del mundo y no pude reconocerla? ¿Habrás muerto?

Existo, es lo único de lo que no puedo dudar, tengo un cuerpo de huesos débiles, a este cuerpo lo llaman ahora Nicolás, yo le hablo al espejo y no me contesta. Necesito de esa mirada que me secuestraba todo lo que yo era, que me veía como yo jamás he de verme ni podré hacerlo si quiera alguna vez. Me seducía y en el juego de la seducción los problemas y cuestiones se esfumaban dando paso al placer y al deseo.

La mirada me otorgaba esa imposibilidad, me colocaba en una situación de peligro constante. Un peligro hermoso, un privilegio de la vida. Un peligro debido a la libertad de ella de hacerme ser lo que su voluntad dictaba.

Quizás fui tantos hombres y demasiados trajes debido a que ella jamás dejó de mirarme. Quizás ahora estés ahí, enfrente de mí. Quizás ahora termines de leer y me mires.

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